Sin embargo, para las mujeres embarazadas, los niños, los ancianos y quienes hacen ejercicio por la mañana, el desayuno es crucial. Repone las reservas de energía después del ayuno nocturno y mantiene la alerta física y mental.
Un error común es comer con prisas o frente a una pantalla. Esto altera la atención plena y evita reconocer las señales de saciedad. Es mejor reservar de 10 a 15 minutos, sentarse a la mesa y desayunar con calma.
Si no tienes apetito por la mañana, no te fuerces. Puedes empezar con un tentempié ligero (un plátano, un puñado de frutos secos, un vaso de kéfir) y desayunar completo una hora después.
El desayuno es una excelente oportunidad para incorporar los nutrientes que te faltan: fibra (avena, semillas de chía), calcio (yogur, requesón), omega-3 (aceite de linaza, nueces).
En definitiva, el desayuno es una decisión personal. Lo principal es escuchar a tu cuerpo. Si te sientes con energía y lúcido sin él, genial. Si necesitas energía, elige una opción nutritiva y equilibrada. No hay una regla universal, solo un enfoque individual.
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