El intestino no es solo un órgano digestivo, sino el centro de la salud del cuerpo. Aquí se encuentran hasta el 70% de las células inmunitarias, se produce el 90% de la serotonina (la hormona del estado de ánimo) y la microflora influye en el metabolismo, el peso, la piel e incluso en el riesgo de depresión. Dicen que «un intestino sano equivale a una persona sana», y es cierto.
El microbioma —una comunidad de billones de bacterias, virus y hongos— debe ser diverso y equilibrado. El predominio de cepas patógenas provoca inflamación, fatiga, alergias y enfermedades crónicas.
El principal alimento para las bacterias beneficiosas es la fibra. Se encuentra en verduras, frutas, legumbres, cereales integrales y frutos secos. Sin ella, los microbios mueren y el revestimiento intestinal se vuelve más delgado, causando el síndrome del intestino permeable e inflamación sistémica. Los alimentos fermentados son probióticos naturales: kéfir, yogur sin azúcar, chucrut, miso y kimchi. Repoblan el intestino con cultivos vivos, mejoran la digestión y fortalecen el sistema inmunitario.
Evite el exceso de azúcar y los alimentos procesados. Alimentan a las bacterias patógenas y a los hongos (como la Candida), causando disbiosis, hinchazón, fatiga y antojos de dulces.
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