Muchos creen que la inmunidad necesita ser «reforzada» con vitaminas, suplementos o remedios milagrosos. Sin embargo, el sistema inmunitario no es un músculo que se pueda fortalecer. Es una red compleja de células, órganos y moléculas que debe funcionar de manera equilibrada: ni demasiado débil (riesgo de infección) ni demasiado activo (alergias, enfermedades autoinmunes). El objetivo no es estimular, sino apoyar un equilibrio natural.
La base de un sistema inmunitario sano es el estilo de vida. Un sueño de calidad, una dieta equilibrada, la actividad física regular, el manejo del estrés y evitar los malos hábitos tienen un impacto mucho mayor que cualquier suplemento dietético. Por ejemplo, la privación crónica del sueño reduce la producción de citocinas, proteínas necesarias para combatir los virus.
La nutrición juega un papel clave. Las células inmunitarias necesitan componentes básicos: proteínas para los anticuerpos, zinc para la división celular, vitamina D para regular la respuesta inmunitaria y vitamina C para la protección antioxidante. Pero es mejor obtenerlos de alimentos integrales: cítricos, frutos secos, pescado azul, huevos, verduras y legumbres, no de pastillas.
El intestino es el centro del sistema inmunitario. Hasta el 70% de las células inmunitarias se encuentran en la pared intestinal. Una microflora saludable, apoyada por la fibra, los alimentos fermentados (kéfir, chucrut) y una dieta variada, entrena al sistema inmunitario para distinguir lo propio de lo ajeno, previniendo tanto infecciones como reacciones autoinmunes.
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