Muchos consideran que el desayuno es «la comida más importante del día», pero la ciencia ofrece una respuesta más matizada: todo depende del estilo de vida, el metabolismo y las preferencias personales. Para algunos, el desayuno es una fuente de energía y concentración, mientras que para otros, supone una carga innecesaria para la digestión.
Las investigaciones demuestran que desayunar regularmente puede mejorar la función cognitiva en niños y adolescentes, reducir el riesgo de comer en exceso durante el día y estabilizar los niveles de azúcar en sangre en personas con resistencia a la insulina. Sin embargo, el efecto es menos pronunciado en adultos sanos.
La clave no es el hecho de desayunar, sino su calidad. Un sándwich de fiambre y yogur dulce no te servirán de nada. Pero la avena con frutos rojos, los huevos con aguacate o las tostadas integrales con requesón son una excelente manera de empezar el día.
El desayuno ideal debe contener carbohidratos complejos, proteínas y grasas saludables. Los carbohidratos aportan energía, las proteínas proporcionan sensación de saciedad y las grasas ralentizan la digestión y mantienen el equilibrio hormonal. Algunos ejemplos incluyen gachas de trigo sarraceno con nueces y manzana, o una tortilla de espinacas y pan integral.
Las personas que practican el ayuno intermitente (por ejemplo, 16:8) suelen saltarse el desayuno. Esto es normal, siempre y cuando no experimenten debilidad, irritabilidad ni coman en exceso después. El cuerpo se adapta al nuevo ritmo y el metabolismo no se ve afectado.
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