Una dieta equilibrada no es una dieta ni una restricción temporal, sino un estilo de vida que proporciona al cuerpo todo lo que necesita para la salud, la energía y la longevidad. Se basa en la variedad, la moderación y la calidad de los alimentos, no en el conteo ni la restricción de calorías. El objetivo principal es promover el bienestar físico y mental a través de la alimentación.
La base de la dieta debe ser alimentos integrales y mínimamente procesados: verduras, frutas, cereales integrales, legumbres, frutos secos, semillas, fuentes de proteínas de alta calidad (pescado, huevos, aves, legumbres) y grasas saludables (aguacate, aceite de oliva, pescado azul). Estos alimentos son ricos en vitaminas, minerales, fibra y antioxidantes.
La variedad es el principio más importante. Ningún alimento contiene todos los nutrientes necesarios. Por lo tanto, la dieta debe incluir al menos 30 alimentos vegetales diferentes a la semana. Esto favorece el microbioma intestinal, fortalece el sistema inmunitario y reduce el riesgo de enfermedades crónicas. Los carbohidratos no son el enemigo, sino la principal fuente de energía. Sin embargo, es importante elegir carbohidratos complejos: trigo sarraceno, quinoa, avena, boniato y pan integral. Se digieren lentamente, no provocan picos de azúcar en sangre y proporcionan una sensación de saciedad más prolongada. Es recomendable limitar los azúcares simples (refrescos, dulces, productos horneados).
Las proteínas son esenciales para la reparación de tejidos, la síntesis hormonal y el mantenimiento de la masa muscular. Un adulto necesita entre 1 y 1,5 g de proteína por kg de peso corporal al día. Las fuentes pueden ser animales (pescado, huevos, yogur) o vegetales (lentejas, tofu, garbanzos, quinoa). Combinar proteínas vegetales (por ejemplo, arroz y frijoles) garantiza un perfil completo de aminoácidos.
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