Las grasas son clave para la salud cerebral, el equilibrio hormonal y la absorción de vitaminas liposolubles (A, D, E, K). Evite las grasas trans y limite las grasas saturadas (margarina, comida rápida), optando por grasas monoinsaturadas y poliinsaturadas: aceite de oliva, frutos secos, linaza y pescado azul (salmón, caballa).
El agua es esencial para el metabolismo. Incluso una deshidratación leve reduce la concentración y causa fatiga y dolores de cabeza. Se recomienda beber entre 1,5 y 2 litros de agua al día, o más durante la actividad física o en climas cálidos. También se recomiendan tés, sopas y aguas vegetales.
Mantener horarios de comida regulares es importante para mantener niveles de energía estables. Saltarse el desayuno o comer en exceso por la noche altera los ritmos circadianos y el metabolismo. Lo ideal es comer tres comidas principales y uno o dos refrigerios ligeros, y la última cena dos o tres horas antes de acostarse.
Una dieta equilibrada también requiere atención plena. Coma despacio, sin el teléfono, y escuche las señales de hambre y saciedad. Esto ayuda a evitar comer en exceso y mejora la digestión. La comida no es solo combustible, es un ritual, una conexión con el cuerpo y la naturaleza.
Finalmente, la flexibilidad es la clave de la resiliencia. Comer sano no significa perfección. Disfrutar de tu plato favorito «poco saludable» una vez a la semana puede reducir el estrés y prevenir crisis nerviosas. La clave está en asegurar que entre el 80 % y el 90 % de tu dieta sea saludable. Este enfoque no solo mejora tu salud, sino que también te hace la vida más agradable.
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