El entrenamiento funcional es eficaz para quemar grasa porque involucra grandes grupos musculares y aumenta el metabolismo incluso después del entrenamiento (efecto EPOC). Además, la tensión en las articulaciones es menor que correr o saltar.
Se adapta fácilmente a cualquier nivel. Un principiante puede hacer sentadillas contra la pared, mientras que un usuario avanzado puede hacer sentadillas con pesas rusas por encima de la cabeza. La clave está en la calidad del movimiento, no en el peso ni la velocidad.
Este tipo de entrenamiento es especialmente beneficioso para quienes trabajan en oficinas: los ejercicios para la movilidad de cadera, pecho y hombros compensan el daño causado por un estilo de vida sedentario. Un ejemplo de un entrenamiento sencillo: 3 circuitos: sentadillas (15 repeticiones), zancadas (10 por pierna), remos con banda de resistencia (12 repeticiones), planchas (30 segundos) y cargas con pesas rusas (30 segundos por lado). Solo toma 20 minutos, pero los efectos duran todo el día.
El entrenamiento funcional es una inversión en independencia y calidad de vida. Te ayuda a mantenerte activo, ágil y fuerte a cualquier edad. Al fin y al cabo, la verdadera fuerza no consiste en levantar una barra, sino en vivir la vida con tranquilidad cada día.
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