El entrenamiento funcional no es una moda pasajera, sino un retorno a los movimientos naturales que los humanos hemos realizado durante milenios: sentadillas, jalones, empujes, rotaciones y equilibrio. A diferencia de ejercicios aislados (como las flexiones de bíceps), desarrolla el cuerpo en su conjunto.
Movimientos básicos: sentadillas, zancadas, jalones, prensas, rotaciones de torso y carga de objetos pesados. Estos patrones imitan acciones cotidianas: levantar a un niño, sacar una maleta del maletero, cargar bolsas de la tienda, levantarse del suelo.
El entrenamiento funcional fortalece no solo los músculos, sino también los ligamentos, tendones y articulaciones. Esto reduce el riesgo de lesiones en el hogar y en el trabajo, especialmente en personas mayores de 40 años, cuando la movilidad natural disminuye.
Este entrenamiento mejora la coordinación, el equilibrio y la propiocepción (la capacidad del cuerpo para percibir su posición en el espacio). Esto es fundamental para las personas mayores: un buen equilibrio previene las caídas, que a menudo provocan fracturas. El equipo puede ser mínimo: peso corporal, bandas de resistencia, mancuernas, pesas rusas o incluso botellas de agua. Muchos ejercicios se realizan de pie, lo que activa los músculos del torso y mejora la postura, a diferencia de las máquinas, donde el cuerpo permanece inmovilizado.
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