Caminar es fácil de incorporar a la rutina diaria: bajarse una parada antes, dar un paseo con un compañero durante el almuerzo o ir de compras. No es necesario reservar un «tiempo especial»: el movimiento se convierte en una parte natural de la vida.
Para potenciar el efecto, se pueden usar bastones (marcha nórdica): se trabaja hasta el 90 % de los músculos del cuerpo y se aumenta la quema de calorías en un 40 %. También se puede caminar por terrenos irregulares: las colinas y las superficies irregulares ejercen mayor presión sobre las piernas y los glúteos.
Caminar es una excelente manera de «reiniciar» el cerebro. Muchos escritores, filósofos y científicos (desde Aristóteles hasta Stephen King) han utilizado los paseos para reflexionar. El movimiento rítmico ayuda a estructurar los pensamientos y a encontrar soluciones inesperadas.
La tecnología puede ayudar: podómetros, monitores de actividad física o aplicaciones sencillas te motivan a alcanzar una meta, por ejemplo, 10 000 pasos al día. Pero incluso sin dispositivos, es importante simplemente salir y caminar, sin un objetivo, sin prisas, simplemente en movimiento.
Caminar no es un deporte «débil», sino la base de una vida activa. Es accesible para todos, no requiere equipo, es seguro y aporta enormes beneficios. Al retomar este simple movimiento, volvemos a la esencia misma de la salud: el movimiento natural, rítmico y libre del cuerpo.
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