La fusión nuclear, el proceso que impulsa el Sol y todas las estrellas del universo, podría ser la solución a la crisis energética mundial. A diferencia de la fisión nuclear utilizada en las centrales nucleares modernas, la fusión no produce residuos radiactivos de larga duración y prácticamente elimina el riesgo de accidentes. El combustible principal son los isótopos de hidrógeno (deuterio y tritio), que pueden extraerse del agua de mar en cantidades ilimitadas.
El principio es simple: a temperaturas superiores a los 100 millones de grados, los núcleos atómicos superan la repulsión electrostática y se fusionan, liberando una energía colosal. Sin embargo, confinar este «plasma estelar» en condiciones de laboratorio es uno de los retos de ingeniería más complejos. Esto se consigue mediante potentes campos magnéticos en dispositivos tipo tokamak o confinamiento inercial asistido por láser. En diciembre de 2022, el Laboratorio Nacional Lawrence Livermore (EE. UU.) anunció el logro de la «ignición», un estado en el que la energía liberada en la reacción supera la energía gastada para iniciarla. Este es un avance histórico: por primera vez en la historia, la humanidad ha logrado una ganancia neta de energía gracias a la fusión termonuclear. Aunque la escala aún es modesta, esto ha demostrado que es fundamentalmente posible.
El proyecto internacional ITER, en construcción en Francia, sigue siendo el mayor intento de crear un reactor de fusión industrial. Participan treinta y cinco países, entre ellos la UE, EE. UU., Rusia, China e India. El objetivo del ITER es demostrar que es posible generar diez veces más energía de la que se consume. Su lanzamiento está previsto para 2035 y las centrales nucleares comerciales podrían estar disponibles para la década de 2050.
Publicidad