Los delfines se encuentran entre las criaturas más inteligentes y sociales del planeta. Su comportamiento complejo, su capacidad de empatía, autoconciencia y comunicación los sitúan a la par de los primates e incluso de los humanos. El delfín mular (Tursiops truncatus) tiene un cerebro más grande que el de un humano, tanto en masa como en circunvolución cortical.
Los delfines viven en grupos sociales dinámicos —»sociedades subacuáticas»— donde se forjan amistades, alianzas e incluso culturas. Las diferentes poblaciones tienen dialectos de silbidos únicos que se transmiten de generación en generación. Cada delfín tiene su propio «silbido de nombre», una señal sonora única que utiliza para presentarse.
Demuestran asombrosas capacidades cognitivas: se reconocen en un espejo (señal de autoconciencia), comprenden símbolos abstractos, resuelven problemas lógicos e incluso ayudan a otras especies, incluyendo a los humanos. Se sabe que los delfines rescatan a nadadores que se están ahogando, ahuyentan tiburones o ayudan a pescadores a salir de la niebla. La comunicación de los delfines es uno de los mayores misterios de la ciencia. Utilizan una combinación de chasquidos, silbidos y pulsos ultrasónicos para la ecolocalización y el intercambio de información. Algunos científicos creen que los delfines podrían poseer un lenguaje auténtico con gramática y sintaxis, pero aún no se ha descifrado.
Desafortunadamente, los delfines enfrentan numerosas amenazas. Las redes de lanzamiento matan a decenas de miles cada año: los animales se enredan y se ahogan, sin poder salir a la superficie para respirar. La contaminación plástica, química y acústica en el océano perjudica su navegación y sus funciones reproductivas.
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